viernes, 29 de diciembre de 2006
¿Qué vamos a hacer para año nuevo?
¿Qué vamos a hacer para año nuevo?
Fiesta masiva? carrete en casa? un asado? ir a ver los fuegos de artificio a algún lado? NADA? Calabaza?....
Aquí ponga sus sugerencias...(en comentarios)
saludos
WEBMASTER
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martes, 26 de diciembre de 2006
PreTot y los famosos
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viernes, 22 de diciembre de 2006
Gran Richard
A pedido de Sebastián "pisteando como un campeón" Guinguis
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jueves, 21 de diciembre de 2006
Piedra de toque: Las exequias de un tirano
El Comercio, Lima Diciembre 17, 2006
Hay insensatos que aún creen que un Pinochet es necesario para que un país atrasado empiece a progresar. Este fue el argumento de los pinochetistas peruanos, que son los fujimoristas
Por Mario Vargas Llosa, escritor
El azar ha querido que me encuentre en Santiago de Chile cuando las exequias fúnebres del general Augusto Pinochet. Con muy buen criterio, el gobierno de Michelle Bachelet le negó un funeral de Estado y el ex dictador fue honrado solo por los institutos armados, como antiguo comandante en jefe del Ejército. Pero ni siquiera las Fuerzas Armadas chilenas han querido identificarse plenamente con el ex dictador, como muestra el hecho de que hubieran dado de baja en el acto al nieto de Pinochet, el capitán Augusto Pinochet Molina, por haber pronunciado un discurso indebidamente en el funeral de su abuelo.
Aunque varios millares de personas, nostálgicas de los diecisiete años que duró la dictadura, fueron a mostrar sus respetos ante los restos expuestos en la Escuela Militar, todas las encuestas prueban estos días que una gran mayoría de chilenos condena ahora su régimen, por las violaciones a los derechos humanos, la corrupción y el enriquecimiento ilícito que lo caracterizó. Al igual que en el resto del mundo, aquí también muchos han lamentado que Pinochet muriera sin haber sido sentenciado por ninguno de los crímenes que cometió. Más de trescientos procesos por asesinatos, torturas, abusos de poder y tráficos ilícitos, que sus abogados consiguieron dilatar y dilatar, deberán ser ahora sobreseídos, aunque esto no exonera a sus subordinados, otros cómplices y comprometidos en las exacciones.
Pero el grueso de la opinión pública chilena e internacional lo había ya sancionado y Pinochet pasará a la historia, no por ser "el general que salvó a Chile del comunismo", (así decían algunos carteles de sus partidarios), sino como el caudillo de una tiranía que asesinó a por lo menos 3.500 opositores, torturó y encarceló a muchos miles, obligó a exiliarse a otros tantos, y durante 17 años gobernó con una brutalidad sin atenuantes a un país que tenía una tradición de legalidad y coexistencia democrática rara en América Latina. El mito según el cual fue un dictador 'honrado' se eclipsó hace tiempo, cuando se descubrió que tenía cuentas secretas en el extranjero --en el Banco Riggs de Washington-- por cerca de 28 millones de dólares y que, por lo tanto, encajaba perfectamente en la horma prototípica de los dictadores latinoamericanos, como asesino y ladrón.
Los incidentes violentos que han tenido lugar el día de su muerte en las calles de Santiago entre sus partidarios y adversarios son una prueba flagrante de las heridas y divisiones que la dictadura militar ha dejado en la sociedad chilena y lo lenta que es su cicatrización y la reconciliación. Incluso ahora, que Chile es un país muy distinto a aquel en el que Pinochet se izó al poder mediante un golpe militar, una democracia moderna y próspera, en plena expansión, los enconos, rencores y odios subterráneos que se gestaron durante su gobierno --alguno de ellos, antes, durante la Unidad Popular-- siguen fragmentando al país y amenazando con subir a la superficie con cualquier pretexto.
La condena firme e inequívoca del tiranuelo que fue Pinochet, y de su inicuo sistema, no debe significar, sin embargo, una justificación ni un olvido de los gravísimos errores cometidos por la Unidad Popular, de Salvador Allende, sin los cuales jamás se hubiera creado el clima de desgobierno, violencia y demagogia que llevó a muchos chilenos a apoyar el putch de Pinochet. Allende presidió un gobierno legítimo, nacido de impecables comicios, pero apoyado solo por poco más de un tercio del electorado chileno. Su mandato no lo facultaba para llevar a cabo la revolución socialista radical que intentó, siguiendo el modelo cubano, y que produjo una hiperinflación que generó inseguridad y furor en las clases medias y una polarización política que, a diferencia de otros países latinoamericanos, Chile no había conocido hasta entonces. Eso explica que el golpe militar no hubiera sido rechazado por el grueso de una sociedad que hasta entonces parecía tener sólidas convicciones democráticas y buena parte de la cual, sin embargo, se cruzó de brazos o apoyó a los militares sublevados.
Es verdad, también, que la dictadura oprobiosa de Pinochet, abrió, inesperadamente, una vía para la recuperación económica y la modernización de Chile. Hay que repetir, una y otra vez, que esto ocurrió no por, sino a pesar, del régimen dictatorial, por una serie de circunstancias específicas de Chile, que permitieron algo inconcebible en cualquier satrapía castrense: que el régimen entregara el manejo económico a un grupo de economistas civiles --los Chicago Boys-- y los dejara hacer reformas radicales --apertura de fronteras, privatización de empresas públicas, integración a los mercados del mundo, diseminación de la propiedad, fomento a la inversión, reforma del trabajo y de la seguridad social-- que orientaron a Chile en un camino que lo ha llevado a la prosperidad de que ahora goza.
Sin embargo, la verdadera modernización de Chile comenzó luego, con la caída de la dictadura, cuando el primer gobierno democrático de la Concertación, en 1990, a la vez que desmontaba todo el aparato represivo y censor de Pinochet, conservaba en lo esencial, aunque perfeccionándolo en los detalles, el modelo económico. Cuando el electorado chileno ratificó con sus votos aquella sensata política y, de hecho, se estableció un consenso nacional respecto a las líneas directrices --democracia política y economía de mercado--, Chile empezó a dejar atrás, por fin, ese subdesarrollo en el que todavía chapotean la mayoría de países latinoamericanos.
Hay insensatos que aún creen que un Pinochet es necesario para que un país atrasado empiece a progresar. Este fue, por ejemplo, el argumento de los pinochetistas peruanos, que son los fujimoristas. Es verdad que Fujimori hizo algunas reformas económicas. Pero todas ellas --sin una sola excepción-- se frustraron por los robos vertiginosos y los atropellos vesánicos de que vinieron acompañadas. Lo mismo, con variantes, se puede decir de todos los regímenes que han pretendido inspirarse en el modelo 'pinochetista'.
No hay modelo pinochetista. Un país no necesita pasar por una dictadura para modernizarse y alcanzar el bienestar. Las reformas de una dictadura tienen siempre un precio en atrocidades y unas secuelas éticas y cívicas que son infinitamente más costosas que el statu quo. Porque no hay verdadero progreso sin libertad y legalidad y sin un respaldo claro para las reformas de una opinión pública convencida de que los sacrificios que ellas exigen son necesarios si se quiere salir del estancamiento y despegar. La falta de ese convencimiento y la pasiva resistencia de la población a los tímidos o torpes intentos de modernización explican el fracaso de los llamados "gobiernos neoliberales" a lo largo y ancho de América Latina, y fenómenos como el del tonitronante comandante Chávez, en Venezuela.
El nonagenario cadáver de Pinochet es ya una figura arqueológica, como será, más pronto que tarde, sin duda, la de Fidel Castro? ¿La espantosa estirpe de la que ambos son figuras emblemáticas se eclipsará con ellos? Nada me alegraría más, pero no estoy tan seguro. Es verdad que, hoy, en América Latina, con la excepción de Cuba, todos los gobiernos tienen un origen legítimo, incluido Chávez. Y también que la gran mayoría de los gobiernos de izquierda en el poder respetan el juego democrático y se ciñen a los usos constitucionales. Esta es una novedad positiva, sin duda.
El problema es que la democracia política sin desarrollo económico dura poco. La pobreza, el desempleo, la marginación adelgazan el sustento popular de una democracia sin éxitos sociales y provocan tanta frustración y rencor que pueden hacer que esta se desplome. El populismo de que hacen gala varios de estos gobiernos es un obstáculo insuperable para el verdadero progreso, aun en países beneficiados providencialmente con el oro negro, como Venezuela.
Ojalá que la trágica historia de Allende y Pinochet no se repita, ni en Chile ni en ninguna otra parte.
Publicadas por WebMaster a las 2:04 p. m. 0 comentarios
miércoles, 20 de diciembre de 2006
Un regalito para Mariana en el día de su cumpleaños
Feliz cumpleaños
Publicadas por PeLLuKeiToR a las 4:15 p. m. 0 comentarios
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La escalera de Maitencillo
Pablo bajando al subterráneo.
Publicadas por WebMaster a las 12:57 a. m. 0 comentarios
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martes, 19 de diciembre de 2006
Felices 30 primaveras!!!!!
FELIZ CUMPLEAÑOS MARIANITA!!!!
Publicadas por Guatonomista a las 11:00 a. m. 0 comentarios
Chillan, 2006.
Publicadas por Guatonomista a las 1:01 a. m. 0 comentarios
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Iloca 2006.
Publicadas por Guatonomista a las 12:23 a. m. 0 comentarios
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lunes, 18 de diciembre de 2006
Fotos Maitencillo, 2006
Publicadas por WebMaster a las 11:39 p. m. 0 comentarios
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El modelo chileno
El progreso económico, basado en el mercado y una economía competitiva y abierta, está sentando las bases para una sociedad, todavía estática comparada con la que quisiéramos, pero mucho más dinámica que antaño. El mercado se transforma entonces en revolucionario. La revolución ya no proviene del Estado ni de la política. La revolución es la consecuencia de las oportunidades que se abren con mercados abiertos y competitivos. No es de extrañar entonces que una parte mayoritaria de la izquierda promueva el desarrollo de mercados competitivos y abiertos porque ese es el verdadero motor del cambio, un cambio incómodo pero cambio al fin.Por su parte la libertad no viene del mercado, como ha sostenido la derecha. Porque tiene fallas, el mercado puede oprimir si es dejado a su libre arbitrio. La libertad la promueve ( o la amenaza) el Estado, en parte porque a muchos alivia de la pobreza gracias al gasto social, pero también y sobre todo porque puede fijar reglas de convivencia en sociedad que previenen el abuso, nivela los campos de juego de los distintos actores, provee garantías y disminuye la incertidumbre. No es de extrañar entonces que, dentro de su lógica anti-estatista, la derecha no logre articular un modelo de desarrollo social puramente basado en el mercado: la libertad, en sentido amplio, tiene otra fuente.En su forma actual, la Concertación ya ha cumplido con su rol histórico llevando a la derecha, que también ha aprendido de sus errores, a adoptar no solo el régimen democrático sino el modelo de crecimiento con equidad. Este es en definitiva el genuino modelo chileno. Para el entonces Presidente Aylwin que acuñó este término, Milton Friedman no era sino una muy lejana referencia. Y la constatación que los revolucionarios son los mercados y el Estado el que libera dejará a muchos, sin duda, perplejos.
Publicadas por WebMaster a las 10:14 p. m. 2 comentarios
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