De Parásitos, Estudiantes y Enchapuchados
Los parásitos se caracterizan por vivir a expensas de su huésped.
Extraen la energía que necesitan para vivir de su involuntario hospedero,
debilitándolo la mayoría de las veces, la minoría hasta la muerte.
Los parásitos no pueden valerse por sí mismos. Esto se debe
a que uno o más de sus sistemas no están desarrollados, falla y no cumple su
función. Podemos invocar un ejemplo emblemático: la lombriz solitaria. Al no
tener un sistema digestivo capaz de digerir los alimentos, se incrusta en el
intestino de sus huéspedes absorbiendo los nutrientes que este deja disponible
y así obtiene su energía vital.
Hay muchos remedios para evitarla, tomar vinagre me resuena
entre otros secretos de naturaleza que se escuchan en los campos.
La figura de la relación huésped-parásito por lo tanto, es
muy útil para hacer analogías en muchos otros temas donde se pueden establecer claros
paralelismos, porque lo esencial aquí es que un organismo roba la energía de
otro para sobrevivir. Me imagino que, como a mí, se les vienen muchos ejemplos
a la cabeza.
El paralelo se hace evidente entre el movimiento de los
estudiantes y el “movimiento” encapuchados donde queda muy claro cuál es el que
ocupa el lugar del huésped y cuál es el que ocupa el puesto del parásito, también se puede decir "respectivamente".
Las falencias del movimiento parásito –ya no entre comillas-
están a la vista, no tiene organización, no tiene una propuesta, no tiene
capacidad de convocatoria. Simplemente son una consecuencia de un contexto
mayor. Este contexto está a nivel del sistema, de la sociedad, donde las
injusticias que pululan a la vista resultan ser un caldo de cultivo de
individuos atomizados que al congregarse se transforman en una masa irracional
que desboca sus rabias y traumas de la manera que tanto lamentamos.
Que tanto lamentamos porque primero descarga su impotencia
sobre la propiedad de terceros, pero principalmente por que debilita
profundamente al movimiento estudiantil, la canalización de sus propuestas y el
apoyo manifiesto de la ciudadanía a su causa.
Las huellas de este movimiento parásito –alguien podría
hacer un paralelismo con las fecas del organismo parásito- resultan ser el
alimento de los enemigos del movimiento huésped, de los estudiantes. De esas
consecuencias se nutre Hinzpeter para promover una agenda que inyecta
divisiones, desconfianzas y criminaliza una causa social. De esas consecuencias
se nutre Cecilia Pérez para demonizar el movimiento y decir cosas como “a los
dirigentes estudiantiles ya no les importa ponerse al margen de la ley”.
Así, todas las propuestas del movimiento estudiantil quedan
en un segundo plano para una volátil y farandulizable opinión pública que
siempre dará más atención a un contenido morboso que a uno justo, intelectual
y/o trascendente. Lo sé porque es parte de la naturaleza humana.
¿Qué hacer? Creo que el movimiento estudiantil debe recurrir
a la sabiduría popular y cambiar la forma de evidenciar su convocatoria. Me parece
que instancias más de diálogo que de demostración pueden ser útiles, así como
instancias en torno al arte y la expresión de sus propuestas, como de instancias
de unión como recolección de firmas y otros. Esto representa una gran
oportunidad para terminar con el vandalismo que se genera “espontáneamente” en
las marchas, como para refrescar un movimiento que indudablemente ha resultado
debilitado ante estos actos que tanto disfruta el oficialismo y los medios
fácticos para no escuchar las dignas, nobles y necesarias propuestas que este
movimiento postula para reducir la segregación social en Chile.