El modelo chileno
Guillermo Larrain La Segunda, Noviembre 27-28, 2006
A 75 kilómetros de Londres hay un pueblo que provoca incredulidad a cualquier economista: Milton Keynes. Una breve síntesis económica tendría, una pizca de Milton (Friedman) y una (bueno, quizá dos) de (John M.) Keynes. Milton Friedman inspiró a muchos economistas durante el régimen militar. Pero esa lectura del “modelo” actual es incompleta como lo planteo en “Chile fértil provincia”. Nuestro modelo heredó reformas realizadas durante la dictadura, pero tiene otros dos afluentes. El más obvio son las políticas de la Concertación. La síntesis concertacionista no es friedmaniana o monetarista sino neo-keynesiana. Este término hace referencia a los keynesianos modernos que reaccionaron a los postulados de Friedman. El neo-keynesianismo constata que los mercados son imperfectos por lo que el ajuste vía precios no es satisfactorio. Sin mercados perfectos y flexibilidad de precios y salarios, el modelo monetarista no funciona. La derecha busca generar esas condiciones, es parte de su ideología. Si en 1990 la Concertación hubiera tenido esos objetivos, el modelo chileno sería muy distinto. La influencia de Friedman es limitada. Pero hay otra fuente del modelo chileno. ¿Es casualidad o conveniencia que la Concertación haya adoptado el modelo neo-keynesiano que acabo de describir? Los primeros economistas de Chicago no los trajo al gobierno Pinochet, sino Frei Montalva. Los instaló en puestos claves en el Banco Central. En la primera parte de su gobierno luchó prioritaria y exitosamente contra la inflación, intentó reformar al Banco Central, tecnificó la política cambiaria con la famosa “tablita”, promovió tasas de interés reales positivas y creó la UF, redujo los aranceles. La visión económica de Frei fue inspirada por Jorge Ahumada que además de apoyar temas de su tiempo, como la reforma agraria, proponía priorizar el crecimiento abriendo la economía pausadamente y controlando la inflación; criticó el uso de la política fiscal por sus consecuencias inflacionarias. El principal libro de Ahumada, “En vez de la miseria” apareció durante la campaña de 1958 junto con “Chile, un caso de desarrollo frustrado” de Aníbal Pinto, su amigo y colega en la CEPAL. Ambos libros tienen un antecedente común: en 1954 sus autores lideraron un programa económico presentado al Presidente Ibáñez. Su principal objetivo era contener la alta inflación impulsando cambios profundos para la época: reforma monetaria, devaluación y unificación del régimen cambiario, desaceleración del crédito, consolidación de la deuda pública, supresión de jubilaciones dobles, liberalización de precios (salvo 6 productos básicos), reorganización del Banco Central, y disminución de 30% de gastos de defensa. La derecha no tenía programa alternativo. Años antes Alessandri había sido ministro de González Videla sin reformar. Cuando Ibáñez rompe su alianza con los socialistas, la derecha debe contratar a una consultora extranjera. La misión Klein-Sachs llega en 1955 y su propuesta difería de Ahumada y Pinto por el mayor ajuste fiscal pero coincidían en varios puntos. El Presidente Alessandri morigeró ese enfoque, fijó el tipo de cambio y el resultado fue una crisis. Así, la abortada reforma de Ahumada y Pinto tuvo algo de fundacional. La influencia de Friedman aparece después de 1956, con el acuerdo entre la Universidad Católica y Chicago: es la segunda reacción estratégica de la derecha al estancamiento, al caos de Ibáñez y la propuesta de Ahumada y Pinto. Los primeros egresados de Chicago llegaron a finales de los 50. Entonces ni los gremialistas les daban crédito. El modelo chileno tiene tres afluentes, uno apareció en 1954, antes que Friedman influyera en Chile.
La sorprendente clave del modelo chileno
Guillermo Larrain Director de Expansiva
El modelo chileno tiene, según veíamos ayer, tres fuentes: una derivada de los aportes de Jorge Ahumada y Anibal Pinto en los años cincuenta y retomados durante el gobierno de Frei Montalva, una asociada a las políticas y reformas realizadas durante el regimen militar que son parcialmente inspiradas en Milton Friedman y la tercera son las políticas neo-keynesianas y socialdemócratas de la Concertación. Todo esto hace del modelo chileno un modelo único. Ese modelo ha significado un sorprendente descubrimiento. ¿Por qué, si una de las fuentes del actual modelo chileno data de 50 años atrás, Chile llegó al caos y el grado de confrontación al que llegó en 1973? ¿Qué pasó después de aquella “gestión Frei” en 1954 y de la publicación de los libros de Ahumada y Pinto que aquel eventual acuerdo se deshizo?
La respuesta es compleja, pero hay un punto crucial: en 1959 vino la revolución cubana que, para los idealistas e impacientes, los que buscan atajos para salir del subdesarrollo, fue como el mito de los cantos de sirena para los navegantes. Unos impusieron el socialismo comunitario a la revolución en libertad lo que, con la perspectiva del tiempo fue un error, otros lo hicieron lo propio con el socialismo con empanadas y vino tinto. Si nos circunscribimos solo al ámbito económico, de esas experiencias se aprendió mucho: la importancia de los equilibrios macroeconómicos tanto respecto del control de la inflación como de la política fiscal, la seriedad y bajo perfil con que deben realizarse los procesos de reforma, la importancia de no generar expectativas de empleo o consumo que no puedan ser sostenibles en el tiempo, la ineficacia de los controles de precios y los límites del Estado empresario entre otros. Toda esta suma de experiencias, aprendizajes y pensamientos es lo que nos ha llevado al modelo actual, el cual no es el mismo que en 1990. La Concertación ha sido protagonista del desarrollo de un modelo muy exitoso que combina, imperfectamente, progreso económico y justicia social. Sin embargo, no es su éxito pasado lo que mantendrá a la Concertación unida.Lo que ha quedado al descubierto con este experimento es que la tradicional asociación que hacía la izquierda entre Estado o política con revolución y la que hacía la derecha de libertad con mercado, estaba equivocada al menos en esos términos. Ni el Estado o la política llevan a la revolución, ni el mercado lleva a la libertad. El orden es el inverso.
El progreso económico, basado en el mercado y una economía competitiva y abierta, está sentando las bases para una sociedad, todavía estática comparada con la que quisiéramos, pero mucho más dinámica que antaño. El mercado se transforma entonces en revolucionario. La revolución ya no proviene del Estado ni de la política. La revolución es la consecuencia de las oportunidades que se abren con mercados abiertos y competitivos. No es de extrañar entonces que una parte mayoritaria de la izquierda promueva el desarrollo de mercados competitivos y abiertos porque ese es el verdadero motor del cambio, un cambio incómodo pero cambio al fin.Por su parte la libertad no viene del mercado, como ha sostenido la derecha. Porque tiene fallas, el mercado puede oprimir si es dejado a su libre arbitrio. La libertad la promueve ( o la amenaza) el Estado, en parte porque a muchos alivia de la pobreza gracias al gasto social, pero también y sobre todo porque puede fijar reglas de convivencia en sociedad que previenen el abuso, nivela los campos de juego de los distintos actores, provee garantías y disminuye la incertidumbre. No es de extrañar entonces que, dentro de su lógica anti-estatista, la derecha no logre articular un modelo de desarrollo social puramente basado en el mercado: la libertad, en sentido amplio, tiene otra fuente.En su forma actual, la Concertación ya ha cumplido con su rol histórico llevando a la derecha, que también ha aprendido de sus errores, a adoptar no solo el régimen democrático sino el modelo de crecimiento con equidad. Este es en definitiva el genuino modelo chileno. Para el entonces Presidente Aylwin que acuñó este término, Milton Friedman no era sino una muy lejana referencia. Y la constatación que los revolucionarios son los mercados y el Estado el que libera dejará a muchos, sin duda, perplejos.
2 comentarios:
¿por que subieron una foto mía?
esta buenisima la portada del nuevo disco de los econosistas
en el campo floreado de maitencillo
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