Chile: un Debate en Desarrollo.
Eventos recientemente ocurridos, como la implementación del nuevo sistema de transporte, la revolución de los estudiantes o la agudización de la crisis del gas, han vuelto evidente que nuestro país carece de una estrategia y de una definición de lo que como sociedad entendemos por desarrollo. Al respecto, hace un tiempo Mario Marcel escribía en una columna: “lo que nos falta para ser un país desarrollado no es ni una tasa de crecimiento ni una lista de reformas, sino construir una visión propia de lo que el desarrollo significa para Chile”.
Esto se refleja en nuestra manera de enfrentar los problemas y entender las reformas, las cuales tienden a concentrarse en el diseño, la forma, el cemento, pero poco en los objetivos buscados. Y esto no es responsabilidad sólo del gobierno, sino que representa una cultura de cómo hacer las cosas, la cual involucra a todos los actores de nuestra sociedad. Los ejemplos están a la vista. Estudiantes secundarios, por un lado, enrostrándole a la sociedad lo ineficaces que han sido las políticas orientadas a mejorar la calidad de la educación; pero, por otro, exigiendo la estatización de la educación municipal (apuntando hacia el medio) en vez de concentrarse en el objetivo (mejorar la calidad). Ciudadanos llenos de ira y desilusión viendo cómo la promesa de un mejor sistema de transporte se transforma en una pesadilla, mientras las autoridades concentran la atención en la reforma (otra vez en el medio) sin prestar mayor atención al objetivo que se quiere alcanzar con ella.
Es altamente improbable que la generación encargada actualmente de dirigir el rumbo del país, logre cambiar esta forma de hacer las cosas. La vieja rencilla entre “más mercado o más Estado”, parece haber sepultado la discusión acerca de los objetivos de desarrollo que tenemos como sociedad. La primera meta, para los que construiremos la sociedad del futuro, debe ser cambiar esta forma de pensar: establezcamos primero cuáles son nuestros objetivos para luego, en base a ellos, generar los medios y las condiciones adecuadas para poder alcanzarlos.
La pregunta que resta resolver ahora es cómo hacer para involucrar a los diversos actores que conforman nuestra sociedad en la labor de construir una estrategia de desarrollo. Mi propuesta pasa por comenzar reconociendo la importancia del debate. Sin embargo, de un debate con altura de miras ¿A qué me refiero con esto? En primer lugar, a un debate con visión de país, no uno basado en el argumento de la dominación por parte del que tire más piedras (con lo que finalmente sólo se consigue, a través de presiones políticas, logros de carácter sectorial). Y segundo, a un debate desde una nueva perspectiva, un debate que llama no a olvidar los temas del pasado -como vienen rogando algunos desde hace tiempo- sino que a encararlos desde una visión evolucionada, capaz de incorporar las lecciones que dejó la historia. Un debate de nuestra generación, una generación que no tiene porqué hacerse cargo de los antiguos conflictos y errores que fueron responsabilidad de otros, pero que sí debe criticarlos y aprender de ellos.
Luego de esto, propongo romper con aquel paradigma instalado, al menos en la elite política-económica, de que el crecimiento económico es el objetivo y la condición necesaria y suficiente para obtener bienestar, siendo que, este no es más que un medio en función del objetivo al que se apunte. Para ello, debemos acabar con el pseudo monopolio del debate (y por cierto de los medios de comunicación) en cuanto a los actores y a los temas colocados en la discusión. El fin primero al cual debemos apuntar al hablar de desarrollo, debe comenzar por incorporar conceptos de inclusión social, tanto económica como política, y por sobre todo de inclusión a la hora de fijar el horizonte hacia el cual apunten nuestras energías. ¿No creen que gran parte de la exclusión social que vive nuestro país es motivo de que el rumbo fue -y es- fijado por una elite?
Si logramos cambiar nuestra forma de planificar, concentrándonos en los objetivos y metas antes que en los medios, e involucramos en ello a actores diversos, es posible que logremos construir un imaginario compartido, capaz de motivar a las personas, convocar a sus organizaciones y movilizar los variados recursos que tiene esta sociedad para efectivamente establecer nuestra visión propia del desarrollo.
Partamos desde la base. Generemos nuevas instancias para debatir y hagamos crecer las ya existentes. Tal vez con esto la esperanza de un Chile distinto a mediano y largo plazo deje de ser sólo una bonita frase.
Esto se refleja en nuestra manera de enfrentar los problemas y entender las reformas, las cuales tienden a concentrarse en el diseño, la forma, el cemento, pero poco en los objetivos buscados. Y esto no es responsabilidad sólo del gobierno, sino que representa una cultura de cómo hacer las cosas, la cual involucra a todos los actores de nuestra sociedad. Los ejemplos están a la vista. Estudiantes secundarios, por un lado, enrostrándole a la sociedad lo ineficaces que han sido las políticas orientadas a mejorar la calidad de la educación; pero, por otro, exigiendo la estatización de la educación municipal (apuntando hacia el medio) en vez de concentrarse en el objetivo (mejorar la calidad). Ciudadanos llenos de ira y desilusión viendo cómo la promesa de un mejor sistema de transporte se transforma en una pesadilla, mientras las autoridades concentran la atención en la reforma (otra vez en el medio) sin prestar mayor atención al objetivo que se quiere alcanzar con ella.
Es altamente improbable que la generación encargada actualmente de dirigir el rumbo del país, logre cambiar esta forma de hacer las cosas. La vieja rencilla entre “más mercado o más Estado”, parece haber sepultado la discusión acerca de los objetivos de desarrollo que tenemos como sociedad. La primera meta, para los que construiremos la sociedad del futuro, debe ser cambiar esta forma de pensar: establezcamos primero cuáles son nuestros objetivos para luego, en base a ellos, generar los medios y las condiciones adecuadas para poder alcanzarlos.
La pregunta que resta resolver ahora es cómo hacer para involucrar a los diversos actores que conforman nuestra sociedad en la labor de construir una estrategia de desarrollo. Mi propuesta pasa por comenzar reconociendo la importancia del debate. Sin embargo, de un debate con altura de miras ¿A qué me refiero con esto? En primer lugar, a un debate con visión de país, no uno basado en el argumento de la dominación por parte del que tire más piedras (con lo que finalmente sólo se consigue, a través de presiones políticas, logros de carácter sectorial). Y segundo, a un debate desde una nueva perspectiva, un debate que llama no a olvidar los temas del pasado -como vienen rogando algunos desde hace tiempo- sino que a encararlos desde una visión evolucionada, capaz de incorporar las lecciones que dejó la historia. Un debate de nuestra generación, una generación que no tiene porqué hacerse cargo de los antiguos conflictos y errores que fueron responsabilidad de otros, pero que sí debe criticarlos y aprender de ellos.
Luego de esto, propongo romper con aquel paradigma instalado, al menos en la elite política-económica, de que el crecimiento económico es el objetivo y la condición necesaria y suficiente para obtener bienestar, siendo que, este no es más que un medio en función del objetivo al que se apunte. Para ello, debemos acabar con el pseudo monopolio del debate (y por cierto de los medios de comunicación) en cuanto a los actores y a los temas colocados en la discusión. El fin primero al cual debemos apuntar al hablar de desarrollo, debe comenzar por incorporar conceptos de inclusión social, tanto económica como política, y por sobre todo de inclusión a la hora de fijar el horizonte hacia el cual apunten nuestras energías. ¿No creen que gran parte de la exclusión social que vive nuestro país es motivo de que el rumbo fue -y es- fijado por una elite?
Si logramos cambiar nuestra forma de planificar, concentrándonos en los objetivos y metas antes que en los medios, e involucramos en ello a actores diversos, es posible que logremos construir un imaginario compartido, capaz de motivar a las personas, convocar a sus organizaciones y movilizar los variados recursos que tiene esta sociedad para efectivamente establecer nuestra visión propia del desarrollo.
Partamos desde la base. Generemos nuevas instancias para debatir y hagamos crecer las ya existentes. Tal vez con esto la esperanza de un Chile distinto a mediano y largo plazo deje de ser sólo una bonita frase.
SEBASTIAN GUINGUIS
ESTUDIANTE DEL MAGISTER EN POLITICAS PÚBLICAS
UNIVERSIDAD DE CHILE
DIRECTOR REVISTA LA MANO INVISIBLE
SOSTENEDOR DE ESTE BLOG.
1 comentario:
me gustaria agregar
"deje de ser solo una bonita frase que los politicos manosean para quedar bien
excelente columna.
muy hastaporahinomas.
k
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