viernes, 6 de junio de 2008

El Mea Culpa de Carlos Pinto.




He visto muchos capítulos de este conocido y recurrente programa. El morbo de este estelar ha funcionado como un infalible gancho que justifica una gran cantidad de temporadas. A estas alturas yo lo percibo como uno de los clásicos de la televisión chilena.

Ha recreado historias clásicas como la del Chacal de Nahueltoro, la del Tila, el violador y muchísimas más que no han trascendido en su momento pero que vuelven a aparecer en el inconsciente colectivo gracias a que son elegidas por el instinto certero de Carlos Pinto.

Quizás su éxito solo se debe a la elección del formato del programa y no a cada historia en particular, en las que la sensación de paraíso perdido, la irrupción de una situación de quiebre, el crimen y la entrevista al victimario (cuando esta vivo) son parte de una estructura dominada constantemente por la morbosísima voz que este personaje trae importada directamente desde ultratumba.

La historia que motiva estas palabras es la del Nono y de la Pola. Una pareja que comienza en la más tierna infancia, en la vecindad de una población de escasos recursos.

La Pola venía de una familia esforzada pero que no logró sobrevivir al agobio de las deudas y termina con su padre colgado al no poder pagar las cómodas cuotas que permitían adquirir una lavadora. Por su parte, el Nono pertenecía a una familia numerosa, de padres alcohólicos y consumida por la violencia intrafamiliar.

Esta situación era conocida por la madre de la Pola, por lo que nunca aceptó esa relación y no les permitió vivir en su casa. Al cambiarse a la casa del Nono comienzan los acosos del padre alcohólico a la Pola. Este y otros problemas (algunos heredados casi genéticamente: alcoholismo y violencia intrafamiliar) hacen insostenible la vida en pareja. Cuento corto: la Pola no aguanta, patea al Nono, este no se resigna y la mata, luego de esto intenta suicidio enfrentándose al tren y sobrevive.

No quiero centrar la atención en esta historia en particular, sino en un rasgo general que aparece en todas ellas: el origen socioeconómico de los protagonistas. Tanto el Tila, el Chacal de Nahueltoro, el Nono y todo el resto provienen de familias de escasos recursos, padres ausentes, bajo nivel de educación, alcohol, drogas, etc.

Todos estos rasgos son conocidos y explicitados por Carlos Pinto durante sus crudas narraciones. Es obvio que sus programas son el fruto de acabadas investigaciones periodísticas, entrevistas y todo lo necesario para lograr profundidad y conocimiento de las historias. Sin duda que hay un trabajo bien logrado y esto también es clave en el éxito de Mea Culpa. Al final, todo esto convierte a Carlos Pinto en una de las personas que mejor sabe como se fragua un caldo de cultivo de homicidas.

Es en esta figura donde quiero centrar la atención.



Todos sabemos que esta sociedad y este sistema tienen problemas en múltiples dimensiones: leyes mal hechas, procedimientos de administración pública mediocres, riesgo moral en salud, educación discriminatoria, etc. A partir de estos, se generan problemas “de segundo orden”: abogados que se dedican a buscar resquicios legales, corrupción en la administración pública, médicos que hacen “la pasá” entregando licencias falsas y Carlos Pinto.

Todos estos personajes aprovechan estos problemas que terminan por generar nuevos nichos económicos y personas altamente especializadas y adaptadas a sacar el mejor partido a estos hoyos legales. Estos son más conocidos como zánganos.

No tengo problemas con muchos zánganos, nuestra propia sociedad genera personas ambiciosas en lo material, exitistas, arribistas, etc. A ellos les entiendo y no les culpo, yo no lo haría, pero no se si podría decir lo mismo si es que estoy en otro pellejo, en alguno que tuvo un padre ausente o que haya sido bombardeado por un modelo de ideal social donde mientras más tengas mejor o que recibió baja calificación profesional y el deseo natural de darle un mejor futuro a tus hijos que incita a apernarte en un cargo público, etc. También se que hay gente a los que no les interesan los demás y quisás lo hacen para su propio beneficio, sea lo que sea, yo no juzgo: “el que este libre de pecado, que lance la primera piedra” no?

Ahora, existen otros zánganos, unos de grueso calibre. Un caso muy interesante es el de Nicolás Ibañez quien literalmente se aprovecha del bajo nivel de los trabajadores con baja calificación y de la rarísima legislación del mercado laboral. A Carlos Pinto es a quién me quiero referir.

Estos dos tienen un alto nivel cultural, influencia, imagen y un acabo conocimiento de los problemas que les dan trabajo, de “la gallinita de los huevos de oro” como muy bien distinguía la poco distinguida Dra. Cordero. Carlos Pinto es un gran periodista, su trabajo es bueno (aunque el programa del Nono y de la Pola, que acaba de terminar, me pareció mal resuelto y la entrevista fue pobre) y conoce muy bien los condicionantes que generan homicidas. Con todo eso, ¿por qué Carlos Pinto no se ha motivado para participar en alguna fundación? De esas que rescatan jóvenes en riesgo social, que dan educación, que los desvían de un futuro dominado por la probabilidad de terminar (o mejor dicho comenzar o continuar) en una penitenciaría.

Les juro que quiero pensar que no se le ha ocurrido, pero si es un hombre inteligente, como aparenta serlo, ¿es eso posible? ¿lo hará para “no matar la gallinita de los huevos de oro”? ¿simplemente, se lava las manos y hace lo que cualquier cristiano haría? Con esto quiero decir que Carlos Pinto no tiene la culpa de que anden matando gente, pero, según la dialéctica católica, peca de omisión y ese es mi problema con este sombrío personaje.

En fin … su conocimiento del problema termina por dejar su capital humano en una situación de notable ineficiencia social.

Así es el idealizado libre mercado, ni bueno ni malo, sino muy por el contrario.

PD hace algún tiempo, había un cartel que decía 8 de cada 10 presos son hijos de reos. Para pensar no?
PD estoy conciente de que asesinos son transversales a grupo socioeconómico, aún así, es sensato pensar que problemas que tienen relación con esa dimensión podrían determinar con cierta significancia la probabilidad de matar en el futuro.